Un servicio a la comunidad

En lugar de entrar acá y no encontrar nada (o entrar y encontrar nada, o no entrar nada), pasen por acá:

http://blogs.elpais.com/espoiler/index.html


Un nuevo emprendimiento de Hernán Casciari. Podrían desaparecer todos los blogs del universo (bueno, no, mis links no) y los suyos alcanzarían para entender el fenómeno de los blogs, en sus dimensiones técnicas, políticas, socioculturales y discursivas. He dicho.

Único defecto: pues claro, la versión rioplatense es más cara. Tanto, que no existe. Mis perdones a la lengua de la madre patria, pero las expresiones castizas "no la molan" (?).


PD. ¡Esto es para ustedes dos! ¡Sí, vos y vos! Gracias por leer a pesar de todo. O de nada.

Gratificaré...

Este temita de la actualización del blog me tiene preocupada (c). Sé que mi brillante plan de volar la fecha como encabezado tiene sus limitaciones, especialmente cuando se empiezan a despegar las fotitos y a borronear los textos por efecto de la humedad (síntoma claro de la falta de mantenimiento. ¡Cómo estoy con las analogías inmobiliarias!).

Bueno, que no tengo gran cosa que decir. Que puede funcionar correctamente a la inversa: que tengo mucho para decir y por eso no lo digo acá. (O no). Gran frase, ¡Oh, no!

Sólo como estado de situación, me pregunto dónde encuentro:

-Jurisprudencia para el caso "Cansada, ¡Sí!, cansada de mi trabajo; cansada sobre todo de mi renuencia a la renuncia". (Jamás el desempleo sonó tan encantador...)

-Manual del alumno bonaerense con reglas de cortesía explícitas para intercambios en el msn. ¡A ver si nos entendemos! ¡Ostias! (En versión rioplatense es más caro).

-Receta *infalible* de lemon pie. (No, esa con merengue aguachento no).

-Un abrigo largo. Pero larrrrrrrrrgo. (Que no cueste un huevo y la mitad de otro. Los necesito para el merengue del lemon pie).

-Salud (dinero y amor)- Andrés Calamaro, abstenerse.

The Friend Zone


En la fila para entrar a un espectáculo tres mujeres hacen bromas sobre la supuesta desaparición de sus acompañantes masculinos, en misión de compra de entradas. Una pareja consolidada, una novia reciente, una Amiga. La primera sonríe displicente, la segunda desespera, la tercera inventa las bromas que la igualan a las otras. Total, ellas no saben. No conocen The Friend Zone.

The Friend Zone no es un lugar desagradable, no. Es tierno y acogedor, con la perpetua suavidad de Alcoyana, Alcoyana. Es cómodo. Eso. Sobre todo cómodo. Hasta que su eterna comodidad comienza a sacar ampollas como escaras. Una llaga tras otra, siempre en el mismo lugar.

La Amiga se muda a The Friend Zone sin terminar de entenderlo. La mayoría de las veces por culpa de un negocio inmobiliario frustrado: un problema de papeles, un crédito que no sale y el Dueño Vende que se arrepiente y decide dar marcha atrás. La “Oportunidad” se esfuma, junto con la luz, el pulmón de manzana y el jacarandá en la vereda y a la Amiga no le queda más remedio que cambiar de barrio y mudarse a un PH adorable, pero al que le faltan “detalles de terminación”.

The Friend Zone es un pueblo fantasma. Es Kansas, soledad en blanco y negro. La Amiga, su sempiterna habitante, nunca termina de acostumbrarse, por eso cada tanto viaja a Oz y al technicolor. Pero no hay Munchkins, ni brujas, ni Mago, ni zapatillas maravillosas, y a veces ni Toto, y tarde o temprano, más temprano que tarde, vuelve al hogar dulce hogar de la escala de grises.

A veces sale de viaje y conoce gente y hace bromas con parejas y novias recientes, fuerza todo lo que puede las ambigüedades para otear con evidente disimulo cómo el pasto del otro lado del cerco siempre es más verde. The Friend Zone es Spectre. Y Edward Bloom a veces llega demasiado pronto o demasiado tarde o, tras una breve visita, se olvida del pueblo para siempre.

Buenos Aires me mata: Blanca y radiante




Sé que mi foto es bastante berreta, de hecho hay que poner buena voluntad para entender que eso que se ve apenas es nieve. Pero créanme, nevó en Buenos Aires a través de mi ventana.
¿Hay que agregar algo más?
"La naturaleza tiene muchas artimañas para convencer al hombre de su finitud -el incesante fluir de las mareas, la furia de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largo retumbar de la artillería del cielo-, pero la más tremenda, la más sorprendente de todas es la fase pasiva del silencio blanco. Cesa todo movimiento, el aire se despeja, los cielos se vuelven de latón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio, y el hombre se torna tímido, asustado del sonido de su propia voz. Única señal de vida que viaja a través de las espectrales inmensidades de un mundo muerto, tiembla ante su propia audacia, se da cuenta de que su vida no vale más que la de un gusano."
Jack London, "El silencio blanco"
Iba a terminar el post con esta mirada entre atónica y admirada, pero mientras subía las imágenes enganché la nota de TN con un efoque supuestamente poético sobre los copos de nieve y la algarabía popular y me hinché las pelotas. OK. Fue fantástico ver nevar en Buenos Aires. Porque por un rato (y sólo por un rato) siempre es mágico ver nevar. Y aún más en una ciudad en la que habitualmente no sucede (quizá suceda una vez al siglo, afortunados nosotros).
Me divierten los niños que tratan de armar muñecos y bolas de nieve y corren por el barro de las plazas que no llegan a cubrirse de blanco. Pero me revientan los adultos que se exaltan. Escuché a una mujer decir que fue "un orgullo" presenciar este momento. Y me cansé de ver a los idiotas que corren al Obelisco con banderas ante cualquier acontecimiento, sea una nevada o un campeonato de fútbol. Y me hartó escuchar (y seguir escuchando) que es "un día histórico". ¿No son todos los días históricos? Sí, claro, no todos los acontecimientos pueden pasar a la Historia, pero está cayendo agua congelada, ¿no será mucho?
Bueno, eso. Que nevó en Buenos Aires. Y que fue mágico. Lo demás, es la gente. ¿Y si, por un rato, se quedan callados y miran el silencio?
PD. La referencia jocosa a Oesterheld, la victoria de Macri y el calientamiento global se las debo.

Delicias de la convivencia

Me gustaría apuntar sólo algunas de las cientos de razones que harán que algún día protagonice una conmovedora noticia policial por haber asesinado a mi hermano (con quien convivo) con algún método poco ortodoxo como drogarlo hasta la inconciencia para proceder luego a licuarlo con la minipimer.

¿Por qué justo ahora? Porque acabo de perder una lista de unas 15 url que uso con frecuencia porque el señorito decidió usar MI computadora para hacer alguna consulta decididamente reprochable que luego debió ocultar borrando por completo Mi historial de búsquedas.

Se que puede parecer hasta jocoso pero sólo cobra sentido en la serie (y con el agravante de que pasé los últimos ocho días encerrada en casa a mercer de sus ideas más descabelladas y, horror, de las de mi madre, que decidió dar rienda suelta a su instinto martes, miércoles y lunes feriado). Mi paciencia, naturalmente escasa, está en su umbral inferior.

Se verá que algunas son verdaderos clásicos de la convivencia, pero como en la mayor parte de los casos la convivencia se decide "de común acuerdo" y en este es "una razón de fuerza mayor", su potencial disruptivo tiende a ser mayor. Pero, tampoco quiero mentir, yo tengo mis "particularidades", y eso sólo tiende a agravar las cosas.

Sin orden evidente:

-No cambia el rollo de papel higiénico, claro. Si lo hace, desliza el rollo nuevo a continuación del tubito de cartón vacío (el adminículo que lo sostiene es del tipo "ganchito abierto"). Si por milagro decide eliminar el tubito, no logra desplazarlo más lejos que el interior del bidet. En en fragor de la investigación experimental una vez decidí no desplazar el cartoncito hasta la basura, esperando su respuesta. Se acumularon tres, sí tres, tubitos en el bidet antes de que me decidiera a cancelar el experimento. (Cabe aclarar que casi siempre le toca reemplazar el papel. Ha intentado reprochármelo en alguna oportunidad. No pudo contra el cabal argumento de que poco puedo hacer con su ratio de visitas al baño).

-Una de mis manías es la conservación de los alimentos. En casa hay todo tipo de envases plásticos herméticos, papel de alumnio, papel film, bolsas para freezer (con sus respectivos ganchitos), etcétera, etcétera. El susodicho siempre pero siempre que consume una rebanada de queso vuelve a guardarlo en la heladera sin protección alguna en un lugar por completo inaccesible a la vista, hasta que cuando por fín lo encuentro tengo que tirar la mitad porque está seco como suela. Un agravante para mí (sé que no para todo el mundo) es que, al igual que mi señor padre, mi hermano consume todos los quesos cortando desde el "corazón", dejando para el resto porciones cada vez más cercanas a la cáscara. En una época también "raspaba" la superficie de la manteca hasta generar un valle con la profundidad del cañón del Colorado.

-El baño de casa en lugar de una ventilación hacia el exterior tiene un ventiluz que abre hacia el lavadero (una continuación de la cocina). Cuando termina de bañarse sencillamente arroja su ropa sucia (¡y es realmente sucia!) a través del ventiluz. Es altamente posible entrar a mi cocina y encontrar a cinco metros la pilita con las medias, remera y calzones que se resisten a ingresar al canasto de la ropa sucia.

-Se calza y descalza en el living. Suele dejar varios pares de su importantes canoas Nº42 desperdigadas debajo del sillón.

-Ante el menor resfrío hace uso y abuso de pañuelos de papel que descarta en una bolsa de supermercado abierta a modo de cesto, que por supuesto tarda días en desaparecer del medio del paso.

-Nunca hace compras para la casa. De hecho, si yo no lo recuerdo no repone su propio desodorante. (Lo he tomado por costumbre, incluso, porque además de vago es miserable: el hedor de la fragancia berreta que elegía, cuando lo hacía, me intoxicaba cuando entraba al baño). El resultado: consume el mío y no me avisa. Creyendo que tengo uno de repuesto yo misma me he quedado sin desodorante. (Me acostumbré a esconder uno en mi cuarto para evitar imprevistos).

-El tema de esconder cosas en mi cuarto es harto frecuente. Ambos detestamos lo que hemos dado en llamar "momentos de pobreza espiritual", que no son otra cosa que aquellos días en que no hay en casa ningun elemento "golosinoso". El problema es que mientras él tiende a deglutir, yo tiendo a estoquear. Pero él suele tener, además, cierta dificultad para la divisoria de bienes. Siempre contó mal, se olvidó, o se tentó. Y cuando yo decido hacer uso de mi reserva ya no quedan ni las migas. Nuevamente la solución es enconder las golosinas en mi cuarto. (Recientemente entró a buscar un video y había dos Titas en un estante. Digo bien: había...)

-Pero el rasgo más adorable es que siempre, siempre, tiene algo que comentar sobre los errores ajenos. Es clásico su enojo cuando saco la basura y no vuelvo a poner una bolsa en el tacho. (De hecho, la basura es otro ítem a tener en cuenta: suele hacer pilas de altura considerable sin imaginar jamás que podría cerrar la bolsa y arrojarla. Los envases van haciendo equilibrio hasta que yo misma me canso. Es capaz de abrir una bolsa suplementaria al costado del tacho pero nunca, nunca, cerrar la bolsa y llevarla al palier a dos metros de distancia). Bastante seguido se da el siguiente diálogo:

Él: No te ofendas, pero te dije mil veces que si hay algo que me revienta es que saques la bolsa de basura y no pongas una nueva.
Yo: Tenés toda la razón del mundo, pero considerando que yo compré los ingredientes, preparé la comida y lavé los platos, actividades que implicaron que la bolsa se llenase y no sólo eso, sino que la cerré y la saqué antes de irme al laburo, ¿te resultaría muy extenuante reponer la fucking bolsa callándote la boca?

Parte médico

Por tercera vez en lo que va del año (y sufro al recordar que aún no comenzó el invierno) estoy con arresto domiciliario por una infección en las vías respiratorias. Me interesa señalar dos cuestiones:

-Se ha vuelto indudable que debo, con caracter de urgencia, recurrir a un profesional de la salud mental para evitar el consumo frecuente de amoxicilina y sus derivados para el tratamiento de mi deteriorada salud física. (El hecho de que asuma livianamente que mis males no son más que elaboradas somatizaciones no hace más que confirmarlo).

-Mi apestamiento de esta semana no sólo me complicó una salida, dos cuestiones laborales y tres proyectos (uno de ellos, parte de un maquiavélico plan que estuve esperando para decidirme a implementar prácticamente dos años), también implicó reiteradas visitas de mi madre que es un amor, claro, pero sólo en dosis homeopáticas. De hecho, a la altura de la segunda visita no sólo volví a tener fiebre sino que se me complicó la faringitis con la aparición de una bellísimas placas. (Y me niego a aceptar que el hecho de que sea la evolución natural de estos estados pueda ser tomado como atenuante).