Vivir, dicen, sólo cuesta vida

Hay una novela de Caparrós en la que "dios", una bola de energía inexperta y atolondrada, arma un universo caótico regido por un error de diseño. Buscando ser creativa en la coorporación de bolas de energía, "dios" inventa la muerte "natural" y lo que ella conlleva, la vejez y la decrepitud.
Desde hace varios días, mientras paso las noches cumpliendo horario de oficina en una habitación de hospital, no dejo de pensar en eso. Sólo un colosal error de diseño puede condenar a un ser viviente y a los que lo rodean a "eso".
A la madrugada, cuando comienzan a apagarse los sonidos peripatéticos que envuelven el hospital durante el día, cuando me quedo sola con mis ideas, la atmósfera se vicia, se enrarece, mientras le doy la bienvenida a lo siniestro. Es la profunda conciencia de que la verdadera amenaza está adentro, en mi cabeza. Es el terror de saber, de comprender, la victoria absoluta de la "cosa negra" que ahí, en la oscuridad, agazapada, espera.
Yo estoy ahí para que alguien que me importa y a quien realmente le importa lo que ahí sucede no tenga que estar ahí. Por eso no estoy ahí. Lo que hay ahí de mí es una cáscara, hecha de jean gastado, cara de circunstancia y frases hechas. Adentro no queda nada. No, nada no, está la "cosa negra". Usurpando cada rincón que el cansancio, el fastidio, el sinsentido del error de diseño le gana a lo bueno, a lo noble, a lo humano que todavía tengo.
Primero me quedé sin paciencia. No me sorprendió, nunca tuve demasiada. Después me quedé sin ternura. Y el cansancio, el fastidio y el sinsentido me empezaron a dar verdadero miedo. Ahora, estoy segura y esa seguridad me angustia, ya ni siquiera me queda compasión. Ahora, estoy segura y esa seguridad me aterra, sólo me queda la "cosa negra".
Estoy sentada sola en la oscuridad y pienso, con lo poco de humano que me queda, cómo voy a hacer para no volverme cada día más monstruo. Para barrer el horror bajo la alfombra, para enterrar la rabia amarga de la bronca, del desprecio, del resentimiento. Con lo poco de humano que me queda.

Malinowski en amarillo y negro

Por razones que no vienen al caso, ayer hice tres viajes en taxi. En el primero, tras cruzarnos con un flaco con una mata de rastas hasta la rodilla (no exagero, lo juro), el tachero arrancó preguntándose por el olor a sucio que debía portar el muchacho, pero entró a derrapar cuando pasó de las cuestiones estilísticas a las "raciales". No lo cito textual para no contaminar el blog.

En el segundo, un Rolando Rivas muy venido a menos (cómo será, nunca fue gran cosa, diría Les Luthiers) tuvo que esquivar a un pibe en bicicleta que hacía dribbling a las chapas. Su reflexión refunfuñante: "No sé para qué buscan tanto a Bin Laden, si acá hay cada terrorista suicida" (Sic-k)

El tercero parecía simpático; arrancó contado generalidades de fantasmas y apariciones en Buenos Aires pero terminó confesando cómo una bruja buena le había destrabado un trabajo de magia negra que le había traído una serie de problemas que, coligo de sus eufemismos, tenían que ver con algún tipo de disfunción erectil.

Estoy considerando seriamente empezar a salir con un mp3 con risas grabadas.

Vivir al límite

En este preciso momento mi hermano y su novia están viendo un recital del Paz Martínez en mi living. Procedo a fugarme del hogar a hacer como que tengo una vida.

Sexo, droga y Rock & Roll

Ante la irrefrenable necesidad de la TV de editorializar sobre los desmanes de la juventud irresponsable, dejó una opinión autorizada:

Objetivamente hablando

Vengo cavilando desde hace días una sesuda reflexión sobre la tendencia a la objetivación del protagonista masculino en la industria cultural reciente, pero hoy desayuné viendo Casino Royale y, eh, me olvidé...

Hablando en serio, escuché al pasar en la radio a una locutora reflexionar libidinosamente sobre la tapa de la revista Romeo. Un partenaire masculino reclamaba como contrapartida una supuesta revista Julieta. ¿Podría alguien informarle al sujeto ese que tal cosa existe desde los años '50 y se llama Playboy? Ojo, si busca una opción menos conejil y más gatuna, siempre puede probar con Paparazzi.

Iba a intentar algún tipo de chiste sobre el estereotipo del galán musculoso, lampiño y envaselinado para la telenovela de la tarde, pero me acordé del visionario Laport en sunga de hace unos 15 años (escalofrío) y concluí que en materia de galanes Migré y Don Alejandro ya inventaron todo.

Enigmático

Se interrumpe la programación para postear el siguiente boletín:
La dueña de un blog que leo* posteó un comentario malicioso sobre cierta recurrencia en los post de la dueña de un blog que leo**. Ese comentario inicio un safarrancho onda lucha en el lodo entre varias comentaristas anónimas y varias dueñas de blogs que leo. No me llama la atención la serendipity de Elsa Bor de Lencuentro, es sólo una muestra de la etiología de la navegación de blogs y su lógica reticular. Pero me encantaría conocer la opinión de la dueña de un blog que leo que corresponde a un vínculo de serendipity reticular por completo diferente al anterior.
Cambio y fuera***.

*Que conocí a través de la dueña de un blog que leo.
**Que conocí a través de la dueña de un blog que leía (ya no existe más) que más tarde conocí en la vida real por un tipo de serendipity reticular que no tiene nada que ver con los blogs.
*** Off topic pero on topic: No me pueden negar que el concepto de serendipity reticular es una gran cosa...

Vuelta y vuelta

Continuando con un perfil tontamente autoreferencial, porque todo lo demás lleva demasiado tiempo, vuelvo a afirmar la dificultad para sostener algún tipo de regularidad en este coso. Y seriamente me pregunto si vale la pena hacer como que vuelvo cada dos meses, publicar alguna inconsistencia insignificante y volver a fugarme sin solución de continuidad. En algún momento fue un ejercicio de escritura; ahora ni eso, es apenas un registro repentista de cotidianidad evanescente. Pero, una vez más, es lo que hay.