La duda: ¿seré lo suficientemente hereje?

Desde hace varios días viene dando vueltas por los medios la opinión de algunos miembros de la iglesia católica sobre el material para formadores en Educación Sexual Integral que produjo el Ministerio. Tema con el que por razones laborales estoy bastante familiarizada. Lejos de aportar nada nuevo al debate, sólo una pobre diatriba.

No me canso de decir que creo que cada club tiene el derecho de hacerle cumplir las reglas de sus estatutos a sus miembros. Por eso me parece pluscuanperfecto que a los colegios religiosos pueda ocurrírseles que es prioritario enseñarle a los niños y adolescentes la abstinencia, que las relaciones sexuales prematrimoniales son pecado y que si, dios no lo permita, a alguno se le ocurre tener sexo, la consecuencia directa es el infierno. Pero eso sí y sólo sí son capacez de distinguir las reglas de su club de las políticas públicas. Y sí y sólo sí son capaces de distinguir las condiciones para acceder a la "vida eterna" de las condiciones indispensables para mantenerse vivo (¡y sano!) en esta.


A ver si soy clara: la iglesia y sus colegios tienen derecho a decirle a sus fieles o a los hijos de sus fieles que no cojan por que si cojen se van a ir al infierno, siempre y cuando estén a la altura de las circunstancias para decirles también que si eligen hacerlo, pecadores o no, que lo hagan con forro. Por supuesto me doy cuenta de que esperar que algunos sectores estén "a la altura de las circunstancias" es de tan ingenuo, idiota. Pero creo que más allá de lo siniestro de que califiquen la orientación del material de "neomarxista", el problema grave son frases como esta:
“Resulta una especie de religión secular, ajena a la tradición nacional y a los sentimientos cristianos de la mayoría de nuestro pueblo.”

¿Llegará alguna vez el día en el que por fín se asuma que el nuestro es un estado laico y con libertad de culto? ¿Dejaremos alguna vez de sostener los negocios y el financiamiento de la iglesia católica? Porque el problema no es de ninguna manera que la jerarquía católica decida ser reaccionaria con los que aún tienen ganas de portar su carnet, lo que me parece inadmisible, intolerable, es que quieran imponer sus estatutos al resto.

En mi condición de "neomarxista" asumida sólo agregaría qué triste es volver a corroborar que la religión es el opio de los pueblos. Sobre lo de "la mayoría de nuestro pueblo", sólo deja un real camino: la apostasía
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La vida, dicen, es una herida absurda...

Mafalda y Felipe están sentados leyendo historietas hasta que Felipe lamenta estar angustiado por no haber hecho aún los deberes. Mafalda le reprocha que por qué en lugar de angustiarse no se va a hacerlos. La respuesta de Felipe me resume: "ya que no pude disfrutar la historieta, dejame al menos disfrutar mi angustia".

¿Cómo volver a escribir después de ese manifiesto post punk idiota al que suscribo? Con cualquier cosa. Punto y aparte.

Volví a gastar demasiado en productos del lugar ese al que no sé ponerle nombre. Tenía pensado deprimirme, pero no sólo ya agote mi cuota de depresión por las dos próximas reencarnaciones (en las que, me juego la cabeza, me toca invertebrado), además concluí que después de todo sólo fue un gasto equivalente a un combo de McDonalds. Debo haber ingerido más o menos las mismas calorías, pero por lo menos me ahorré los derivados del petróleo. Supongo que pasé a la etapa compulsiva del ciclo: recuperando energía a puro exceso calórico y etílico. La impresentabilidad al palo.

Asumo que lo positivo de este estado "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio" es la percepción clara y distinta de que todo me chupa un huevo. La gente, las demandas, las ofertas, las excusas, las explicaciones, las quejas; mis demandas, mis ofertas, mis excusas, mis explicaciones, mis quejas; mi desesperación miope y ombliguista.
Mientras yo escribo mi melodrama personal, el mundo sigue siguiendo.

Vivir, dicen, sólo cuesta vida

Hay una novela de Caparrós en la que "dios", una bola de energía inexperta y atolondrada, arma un universo caótico regido por un error de diseño. Buscando ser creativa en la coorporación de bolas de energía, "dios" inventa la muerte "natural" y lo que ella conlleva, la vejez y la decrepitud.
Desde hace varios días, mientras paso las noches cumpliendo horario de oficina en una habitación de hospital, no dejo de pensar en eso. Sólo un colosal error de diseño puede condenar a un ser viviente y a los que lo rodean a "eso".
A la madrugada, cuando comienzan a apagarse los sonidos peripatéticos que envuelven el hospital durante el día, cuando me quedo sola con mis ideas, la atmósfera se vicia, se enrarece, mientras le doy la bienvenida a lo siniestro. Es la profunda conciencia de que la verdadera amenaza está adentro, en mi cabeza. Es el terror de saber, de comprender, la victoria absoluta de la "cosa negra" que ahí, en la oscuridad, agazapada, espera.
Yo estoy ahí para que alguien que me importa y a quien realmente le importa lo que ahí sucede no tenga que estar ahí. Por eso no estoy ahí. Lo que hay ahí de mí es una cáscara, hecha de jean gastado, cara de circunstancia y frases hechas. Adentro no queda nada. No, nada no, está la "cosa negra". Usurpando cada rincón que el cansancio, el fastidio, el sinsentido del error de diseño le gana a lo bueno, a lo noble, a lo humano que todavía tengo.
Primero me quedé sin paciencia. No me sorprendió, nunca tuve demasiada. Después me quedé sin ternura. Y el cansancio, el fastidio y el sinsentido me empezaron a dar verdadero miedo. Ahora, estoy segura y esa seguridad me angustia, ya ni siquiera me queda compasión. Ahora, estoy segura y esa seguridad me aterra, sólo me queda la "cosa negra".
Estoy sentada sola en la oscuridad y pienso, con lo poco de humano que me queda, cómo voy a hacer para no volverme cada día más monstruo. Para barrer el horror bajo la alfombra, para enterrar la rabia amarga de la bronca, del desprecio, del resentimiento. Con lo poco de humano que me queda.

Malinowski en amarillo y negro

Por razones que no vienen al caso, ayer hice tres viajes en taxi. En el primero, tras cruzarnos con un flaco con una mata de rastas hasta la rodilla (no exagero, lo juro), el tachero arrancó preguntándose por el olor a sucio que debía portar el muchacho, pero entró a derrapar cuando pasó de las cuestiones estilísticas a las "raciales". No lo cito textual para no contaminar el blog.

En el segundo, un Rolando Rivas muy venido a menos (cómo será, nunca fue gran cosa, diría Les Luthiers) tuvo que esquivar a un pibe en bicicleta que hacía dribbling a las chapas. Su reflexión refunfuñante: "No sé para qué buscan tanto a Bin Laden, si acá hay cada terrorista suicida" (Sic-k)

El tercero parecía simpático; arrancó contado generalidades de fantasmas y apariciones en Buenos Aires pero terminó confesando cómo una bruja buena le había destrabado un trabajo de magia negra que le había traído una serie de problemas que, coligo de sus eufemismos, tenían que ver con algún tipo de disfunción erectil.

Estoy considerando seriamente empezar a salir con un mp3 con risas grabadas.

Vivir al límite

En este preciso momento mi hermano y su novia están viendo un recital del Paz Martínez en mi living. Procedo a fugarme del hogar a hacer como que tengo una vida.