Somos los dueños del reloj

Abandoné mi hogar hace 24 hs. por un pedido de mi hermano co-habitante con necesidad de intimidad. Como consecuencia, pedí asilo político en casa de una amiga con pensión completa: merienda, cena, desayuno, almuerzo. Mientras tomábamos el segundo tazón de café del desayuno de las 12.00 ella mencionó el preciado concepto que da título a este post. La gran pregunta... ¿Cómo volver a concebir un trabajo de 9 a 18hs? Conclusión: in-con-ce-bi-ble.
Cuando me fui de su casa pasé por mi ex empleo, donde, parece, volveré a dar un curso para ganarme algún dinerillo que me permita seguir parrandeando los martes. Allí no sólo elogiaron dos de mis últimas decisiones, también me relataron extraoficialmente cómo mi ex jefe, compungido, tuvo que reconocer que "al final, tuve toda la razón con mi renuncia". Si tuviera huevos, debería pedirme disculpas. Si todavía me importara, las aceptaría.
Antes de llegar a casa hice un par de compras hedonistas total y absolutamente innecesarias. Mi heladera está atravesando un gran momento. (De hecho, la cita de mi hermano ha marcado época: hay hasta cerezas).
Ahora escribo esto mientras hago zapping (Gizela Marzziota dice que Chachi Telesco es "rica", Andrea del Boca se asombra con una mamá ¡bombera! (¿qué plato, no?), y meriendo un sandwich de pan integral tostado con jamón crudo, queso blanco, ruccula y tomate acompañado de un licuado de mango y frambuesa (sí, soy sólo otra niña blogger que se precia de gourmet, ¿y qué?).
¿Cómo concebir sentirme de mal humor? Conclusión: in-con-ce-bi-ble.

PD. Tan de buen humor que este no lo borro...

PD2. Tan de buen humor que estoy usando todas las categorías...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las batallas finalmente ganadas (y en buena ley) son parte de los ¿pequeños? placeres de la vida, por supuesto. Junto con las sorpresas gratuitas. ¿Cómo concebir que no se pueda esperar nada de la vida? Conclusión: IN-CON-CE-BI-BLE.