Como te digo una cosa te digo la otra

Ahora, por ejemplo, estoy algo así como de buen humor porque intencionalmente estoy malinterpretando un estúpido mail con un exceso de entusiasmo y haciéndole decir mucho más de lo que dice. ¿Para qué? Para tener en breve una nueva experiencia traumática de la que quejarme. Estoy empezando a notar un patrón consistente en mi comportamiento. Pero ojo, eso de ninguna manera implica que esté pensando en cambiarlo. Sí, mi propia neurosis me parece adorable. Se me ocurre que todo se reduce a un problema de autoestima: yo no me gusto mucho, pero me quiero demasiado.
Mientras hago todas estas elucubraciones, me congratulo por la firme decisión de embarcarme en un extenuante makeover. Hoy, para empezar, almorcé medio kilo de helado.

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