La memoria es una grulla de papel

Hace años (¿siete?, ¿ocho?), en medio de una agotadora relación de esas de "no nos une el amor sino el espanto", me pasé las noches de un viaje teniendo pesadillas hechas de tortuosos restos diurnos. Salvo una noche. Una noche en que dormí plácidamente y desperté, toda calma y sonrisa, recordando el primer sueño en semanas que no fue una pesadilla.
El viernes fui a ver un concierto. Estuve toda la noche inquieta, con una sensación extraña. Agradable, pero extraña. Una sensación sin sentido hasta que se convirtió en sueño. A pura condensación y desplazamiento volvió el resto, un rostro que había olvidado y que, paciente, vuelve cuando logro dormir plácidamente. Estuve ahí, buena parte de la noche, mirando a los ojos a un recuerdo. Un recuerdo tan débil, tan lábil, hecho de un eco de risas y figuras de origami en vuelo.

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