El Octojuego (como se me canta)

Anda circulando por los blogs una de esas cadenas que solían llegar por mail y que uno prudentemente eliminaba. Parece ser que para ser alguien en el mundo-blog hay que contar ocho cosas sobre uno mismo y obligar a una serie de incautos a hacer lo mismo. A mí me llega de la mano de mi amiga Madano. Y como la quiero, voy a cumplir con el arbitrario encargo de revelar ocho verdades sobre mí. Lo haré, claro, con algunas objeciones de conciencia:

1) Ante todo: ¿no es revelar intracendentes "verdades" sobre uno mismo precisamente el motivo por el que la mayoría (yo misma incluida) sostiene un blog?

2) Acepto hacerlo pura y exclusivamente porque es un pedido de mi Amiga.

3) Contaré ocho verdades, o siete o nueve o las que se me ocurran, sin compromiso de compra.

4) Me niego terminantemente a copiar las "reglas" del juego.

5) De ninguna manera trasmitiré este encargo a otros.

6) Publíquese y archívese.


Pasemos a las confesiones, entonces.

1) Soy incondicional con mis amigos. Llego incluso al extremo de responder arbitrariedades que circulan por internet, vea.

2) Me gusta mucho cocinar. Mucho. Pero sólo para agasajar. Soy capaz de sobrevivir semanas consumiendo tomate, queso, huevos revueltos y atún de lata; sobre todo cuando me canso de cocinar para mi hermano como una abnegada esposa de los años '50. Una cuota importante de mi felicidad cotidiana está asociada a los ingredientes, condimentos y bebidas que logré incorporar a mi hogar, y muy especialmente a las copas de vino que aportó recientemente una amiga-comensal.

3) Desde los 8 a los 13 años llevé un diario (sólo uno). Entre los 13 y los 17 me dediqué a reescribirlo, comentarlo y acotar las diferentes entradas, cada año con un nuevo color. Hasta hace pocos años uno de mis hobbies era releer ese pequeño homenaje personal a la esquizofrenia. Cuando me aburrí, empecé un nuevo ¿mensuario?, esta vez digital: el viejo y querido Word. La etapa uno fue en inglés (la esquizofrenia no me abandona, de hecho la alimenté un par de años con una lacaniana ortodoxa). Durante la etapa dos cambié de idioma, de registro, de motivos temáticos, incluso de enunciación. De ahí, un viaje sin escalas hasta el blog.

4) Soporté crueles burlas de amigas (entre ellas, la ingrata que me encomendó esta misión) por haber sostenido a edad temprana sobre los requerimientos a un posible candidato, cito: "Necesito que me estimule intelectualmente". Hoy acepto que el sintagma puede haber sido desafortunado, pero coincido 100% en mi definición y agrego: reclamo mi derecho a esperar una biblioteca de un porte, al menos, no menor al de la que está en mi posesión. Anécdota ad hoc: desde pequeña admiré la biblioteca del sector ilustrado de mi familia. Tomé algunos libros en préstamo, otros directamente los robé. Desde hace algún tiempo esa biblioteca dejó de parecer amenzante: el porcentaje de leídos aumentó considerablemente y el aumento del intertexto hizo que se redujera drásticamente el porcentaje por leer. Pero más aún, un día tomé conciencia de que era una biblioteca de "bienes gananciales". Adios al vértigo, entonces. Esa biblioteca veinte años mayor no alberga más volúmenes que la mía por dos.

5) Tiendo a comprar zapatos de manera compulsiva. Debo tener más de 20 pares. Lo atribuyo a una necesidad atávica de exhibir mis pies 90-60-90. Mientras que intentar calzarme un jean ha sido una tragedia desde los 14 o 15 años hasta hace poco tiempo (no porque se haya vuelto más sencillo conseguirlos sino porque, finalmente, me he dado por vencida) mis pies son, desde siempre, absolutamente perfectos. No sólo calzo 37 (número cabalístico para la dama occidental), sino que considero, si se me perdona el arranque fetichista, que además son bellos.

6) Amo las películas para gorditas quinceañeras con todo mi corazón de forever gordita quinceañera. Y amo especialmente a Only you, que combina a la perfección todos los clisés del género con un protagónico de (I Love You) Roberto. De hecho, volví a verla hoy.

7) Tengo una curiosa predisposición para la depresión apócrifa. Sin motivo aparente puedo pasar días en pijama, pensando que mi vida vacía no tiene sentido o que me asalte el llanto ante el estímulo más inesperado; para que la menor excusa (un trabajo, una salida con amigas, un llamado telefónico, que el portero me toque el timbre) me inyecte de energía.

8) Corolario de la anterior: lloro mucho. (En honor a la verdad, y afortunadamente, cada vez menos). Pero tengo anécdotas memorables de bochornos públicos (y no tanto) por mi llanto.

9) Corolario de la anterior: Suelo excederme con la honestidad: he llegado a cancelar una salida confesando una visita al dermatólogo por una verruga en la planta del pie.

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