¡Notable éxito del equipo médico forense: vivisección de la Cultura argentina!

Llegué tarde a contar la novedad, pero gracias a La Nación podemos acceder a nuestro adnCultura: un nuevo suplemento cultural semanal (con un sitio web de permanente actualización ad hoc) que recuenta información de teatro, cine, artes plásticas, literatura, leucocitos y linfocitos.

Seguramente no soy la primera en comentar lo nefasto del título, pero no puedo privarme. Parece que La Cultura estaba necesitando un house organ que expresara su verdadera identidad… Después de meses de planificar el suplemento y de múltiples números cero y opiniones de expertos y testeos varios La Nación decidió salir a la calle con un título (¡súper ingenioso!) que sostiene que la identidad cultural viene impresa en el código genético… Por si alguien no se había dado cuenta, tomaron la decisión de explicitar la metáfora biologicista en el mismísimo editorial: “la cultura está en la identidad misma del diario y partimos de ese majestuoso genoma cultural para desarrollar un nuevo estilo y abrir nuestros ojos a nuevas tendencias”.

Me gustaría burlarme de su presentación en sociedad; no creo poder hacerlo mejor que ellos: “Nos costó mucho llegar a una síntesis en la que se dieran la mano lo clásico y lo moderno, lo consagrado y lo nuevo, lo sofisticado y lo popular.”(El subrayado es mío).

Para “desarrollar un nuevo estilo y nuevas tendencias”, les salió demasiado parecida a “Ñ”… Como oferta lanzamiento el número es bastante pobre. Su aparente fortaleza, la nota de tapa, es un diálogo (soporífero) entre Paul Auster y Tomás Eloy Martínez.. El resto, un mejunje miope de alta cultura con un enfoque “nuevo”. Nuevo para Bartolomé Mitre (padre).

Me gustaría destacar algunas “perlitas”:

-En la nota de tapa Auster y Martínez se turnan para ningunear a Borges. Tomasito le reclama no “haberle cambiado la vida”. Auster directamente lo llama un “escritor menor genial”, a partir del estúpido argumento de que “ni siquiera intentó escribir novelas, no podía hacerlo”. [Yo amo a Auster incondicionalmente. Por suerte amo al Auster de los libros y no a este pelotudo que habla mal de Borges y es amigo de Tomás Eloy Martínez…]

-La sección “Gritos y susurros” recopila pastillitas informativas, instantáneas y “chimentos” de personajes de la cultura. Me pareció una imitación burda de la gran “La Pavada”, de Crónica.

-Además de la previsible crítica de libros (en formato extenso o “Microcríticas”) y la Agenda, que necesariamente tematizan novedades, muchas notas impactan por su potente actualidad: arranquemos por el editorial, titulado “Volver a empezar” (que arranca comentando los desvelos de grandes escritores octogenarios por su necrológica en La Nación); o la serie de notas sobre los Mann (“la familia más brillante de Alemania en la primera mitad del siglo XX”). Me gustaría destacar el título del artículo, cabalmente a tono con la propuesta de la revista: “El destino en la sangre”; la “evocación” de Carlos Monsiváis a María Félix o un nuevo ataque de Fukuyama a la necrológica: ahora se le dio por matar a la “utopía multicultural” (sea lo que sea). La nota es un refrito del artículo publicado antes no en uno sino en dos medios. El título “El fin de la utopía multicultural”. [Los muertos que vos matáis gozan de buena salud…]

-Pero creo que lo mejor de lo mejor son dos artículos que expresan de manera magistral el tono general de adnCultura. El primero, firmado por Jorge López Anaya, se titula “Los límites de lo nuevo” [¿Hace falta que siga?]. Arranca por calificar a numerosas obras de arte contemporáneo diciendo que “a menudo parece absurdo calificar(las) como obras de arte”. Pero tranquilos, basta con no ser un “diletante”, un “circunstancial espectador” o “público profano” para poseer las verdaderas “claves conceptuales” para desentrañar sus misterios. El sagrado intérprete todo lo sabe. (Seguro lo lleva impreso en su adn…)

Pero como si esto fuera poco, a continuación hace su entrada Mi Amigo Personal Osvaldo Quiroga, el señor que predica la necesidad de “refugiar La Cultura”. Nuevamente, Quiroga me deja sin palabras. Por fortuna, me basta reproducir las suyas. “¿Sabrán algunos creadores, supuestos artífices de la vanguardia vernácula, que el público es siempre el destinatario del teatro? (…) Para dormir, aburrirse o buscar escandalizarse, ya hay varias películas del llamado nuevo cine argentino”. ¡Dejemos al teatro en paz!”. La pieza clave de su argumentación es, como siempre, su increíble apertura a lo nuevo,el contraejemplo elegido para contrarrestar los incomprensibles planteos de la “vanguardia vernácula”es “la caída de Edipo a través de los versos de Sófocles”. De todos modos, lo que más me impresiona es que la potestad del “público” se parezca tanto al argumento “es lo que quiere la gente” que tanto condenan Quiroga y La Nación, con Sirvén a la cabeza. ¿Por qué lo que vale para el teatro no vale para Showmatch?

1 comentario:

Cinzcéu dijo...

Alguno de los aparentes 4 (¿cuatro?) lectores de este blog disfruta de estos inteligentes análisis de nuevos panfletos autodenominados culturales. Habilitan la posibilidad de hablar con relativa autoridad de aquello que se desconoce y apenas se intuye a partir de su metadiscurso (este post) crítico. Que es lo que uno siempre busca: que le faciliten y/o resuelvan las cosas, que le aporten insumos para poder chapear.