Me cago en la democracia…

Hace dos horas que estoy con este “chiste”. He aquí la razón por la que no escribo. O porque publico los no-post quejumbrosos. Decididamente se llevan menos tiempo de mi vida.

Qué terrible, además, conocer al auditorio. El censo de lectores autoconvocados del post anterior (¡cuatro!) es difícil de complacer. Me honran con su lectura silenciosa hasta que yo misma me llamo a silencio. Algunos han llegado al punto de hostigar con su recio amor a mi otro yo que vive fuera de la blogósfera.

Para quienes quieren que me lamente libremente, entonces, un relato pormenorizado de mis nimias tragedias. Hace tiempo que me dedico a lamentar lamentarme por mi lamentable existencia en el mundo “real” (estoy exagerando con fines humorísticos… Aclaro, como un idiota profundo que incluía como notas al pié en las desgravaciones de sus clases: “IRONÍA, IRONÍA”).

Creo que en mi proverbial afán previsor estoy experimentando la crisis de los treinta (aunque me faltan como treinta años para llegar a los treinta…). Digamos que experimento una crisis “vital”: vivo en crisis.

No estoy contenta con, al menos, tres aspectos fundamentales de mi vida. (Tres aspectos que definen aproximadamente el 60% de mi existencia). A punto de quedarme sin trabajo (¡afortunadamente, en parte por decisión propia!), en crisis vocacional, cuestionando mi único espacio de pertenencia indiscutido de los últimos 8 años, asistiendo como espectadora al éxito (¡merecido!) de varios integrantes de mi “generación”, cuestionando todos y cada uno de mis “logros”, calibrando todas y cada una de las carencia de mi vida; así estoy.

Este es el punto en el que usualmente mis interlocutores de la vida “real” mencionan la lista aparentemente interminable de mis éxitos, las razones incuestionables de mi orgullo intelectual y personal, las más irracionales muestras de afecto. Y es el punto en el que yo discuto a muerte la veracidad de las primeras, me burlo de la pertinencia de las segundas y quedo en compañía de las terceras.

Como resultado de este ciclo de autoflagelación/ consuelo logré poner en cuestión otro aspecto fundamental de mi vida. Gracias al enfrentamiento entre dos paradigmas, mi aparentemente promisoria vida vs mi autoevaluación lapidaria y depresiva, tengo que agregar a la lista de descollantes éxitos del 2007 una “pelea” con mi mejor amiga.

Así estoy ahora: sola y triste en este mundo abandonado… A veces tengo ganas de exponerme y de exponer mis lamentos. A veces, no. Lo que tengo, casi siempre últimamente, es ganas de lamentarme. Ocurre que no siempre tengo ganas de hacer “públicos” mis lamentos. O semi-públicos. O semi-privados. O lo que sea este espacio.

Que quede claro, entonces, que cada vez que elijo usar este espacio para la queja no estoy esperando respuestas, elogios desmedidos, amor incondicional, presencia, lecturas, función fática alguna. (Aunque agradezco las respuestas, los elogios desmedidos, el amor incondicional, la presencia, las lecturas, la función fática toda, de quienes elijen: leer, comentar, acordar, disentir o callar).

2 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Construiré una balsa y me iré a naufragar.

Anónimo dijo...

1. En casos así, recomiendan aplicar la Ley del Despeje.
2. Escriba cuando se le de la gana, sobre lo que se le de la gana y si solo quiere lamentarse, este es un espacio tan bueno como otros.
3.Y al que no le gusta, se jode, se jode...
4. Si quiere compartir su balsa, soy experto en naufragios.