Ayer fue un día aciago. Estuve haciendo una serie de trámites administrativos nefastos que me ocupé de evitar siendo una niña prodigio toda la carrera y que ahora debo encarar en nombre de mi sacrosanta bondad como apoderada de una tercera persona. Además de aguantar la ineptitud característica de la burocracia estatal perdí el uso de una rodilla cuando trastabillé en un escalón sotreta del septuagésimo lugar al que fui a hacer fotocopias. Ya renga, me crucé con quien motivara la génesis del concepto "Marco el candidato" (anotar para el goce fetichista: levita sombrero, rulos y anteojitos) que me dedicó un ignominioso saludo de compromiso. Llegué a duras penas a entregar un trabajo a la facultad en el último minuto. (Breve texto que deja traslucir mi opinión de la materia al elegir como objeto de análisis las tiras de Mafalda. Por si no se entendió: ¡esa materia es un chiste! Chiste que me va a salir caro porque como no me daba el tiempo cerré con una trampa argumentativa horrorosa, cache y sensiblera como emotivo epílogo. Lo sé, merezco una pena no excarcelable por tremendo delito).
Emprendo el regreso, famélica, cuando me informan que la gentusa con la que había elegido compartir mi cena decidió abandonarme. Vuelvo a mi hogar no sin antes comprar una Coca tamaño familia de Maru Botana para ahogar mis penas en azúcar y cafeína. En el interín Nina me anuncia su visita, para arribar una hora después y que un señor caco (otro, por fortuna o por desgracia) robe su efectivo en la mismísima puerta de mi hogar mientras estoy bajando en el ascensor a abrirle. Consecuentemente procedemos a ahogar las penas en azúcar, cafeína y mezcla de hierbas más conocidas como fernet.
Cuando Nina se va me quedo mirando The Breakfast Club en la compu (recordemos que no tengo TV y debo remediarlo pronto porque estoy agotando mi stash de comfort pelis, aunque también, claramente, debería ampliar mi stash, ¡no tengo ninguna peli de Roberto, por amor de dios!) y me quedo dormida en el sillón. Más tarde (mucho más tarde, a las 6 de la matina descubro anonadada después) escucho la puerta de casa y veo entre sueños como entra mi hermano acompañado (sin haber avisado, por supuesto). Me siento en una escena de Yo quiero a Lucy. Me hago la dormida, pero a los minutos, luego de que la acompañante de mi hermano se escabullera en su dormitorio, él procede a encender la luz del living (gesto odioso si los hay, sumado al gesto odioso inicial de no dejarme dormir tranquila en mi living si se me antoja, que se suma a la lista de razones por la que esta convivencia ya no da para más, que se suma a la lista de razones por las que debo conseguir un empleo de mucho más dinero que no me resulte completamente repulsivo, que se suma a la lista de razones por las que más vale que la señora me deje nuevecita, nuevecita pronto o mi presupuesto me dará para una breve internación en el Moyano, si Macri decide reabrirlo). Huyo a mi cuarto para despertarme horas después y volver a tomar posesión de MI living (no sé si soy clara con el énfasis) para que mi hermano aparezca al rato a anunciarme su estúpida rutina de "Estoy con alguien" y a "consultarme" un hecho consumado (prohibido hacer chistes sobre esto). Sólo que esta vez ni siquiera me dice el nombre de la muchacha en cuestión sino que me "avisa" que van a salir y me consulta "por si me quiero cambiar" (nunca recibí la invitación que aclaraba que era de Elegante-Sport). Una vez establecido que no pienso abandonar el living (ni el pijama) aparece la señorita a saludar , intercambiamos holas, qué tales y nombres (aunque ahora que lo pienso quizá hubiese sido mejor irme a mi cuarto, estoy totalemente en contra de tener que recluirme en mi alcoba en mi propia casa para que mi hermano se ahorre el pernocte (¡oh, si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría!).
Déjà vu
Publicado por Isa el 6/07/2008
Etiquetas: La familia es la familia es la familia, Mi vida es una sit-com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario