¡Basta, Karma, ya entendí!

No me puede ir ni moderadamente bien en algo, porque el universo me lo cobra en el acto. Esta mañana en un gesto absolutamente fuera de lo común, me sentí remotamente aceptada por la "Academia Racing Clú" como bien dice Cinzcéu; media hora después me afanaban estúpidamente el celular mientras hacía un favor absolutamente altruísta. Está claro que estoy condenada al éxito.
Para peor, más tarde la Señora me reta porque cree que todos mis males son autoinflingidos. (A ver si se entiende el negoción: yo le pago para que ella me rete y me acuse de autodestructiva).
Sigo sin ver un mango de un par de laburos, sólo que ahora además debo gastar unos impensados morlacos en reponer ese maldito aparatejo que me mantiene conectada con el resto de la sociedad, sobre todo porque sin él se resiente (¿aún más?) mi golpeada vida social. Me negué durante años al telefonito porque detesto el modo en que contribuye a "flexibilizar" los compromisos asumidos, al grito de "cualquier cosa te mando un mensajito". Pero finalmente entendí que que yo no portara el susodicho gadget no sólo no resolvía el problema, sino que me hacía más dificultosa la interacción con la tribu de informales.
Para colmo, esto pone en juego una cuestión horrrriiiiíble de mis trastornos obsesivo-compulsivos: detesto perder mis cosas y siento la necesidad de reponer lo perdido inmediatamente con algo idéntico, porque no quiero tener que volver a pensar en la falta.
A ver si se entiende hasta qué extremo: en 4º año del colegio secundario me robaron mi Parker Vector (uso esa lapicera desde los 10 años). Me ponía de pésimo humor cada vez que tenía que usar una lapicera. Mi santa madre rebuscó en 20 librerías hasta que encontró una que no resultó igual, pero al menos lo suficientemente parecida. La sigo usando hasta hoy.
Y eso no es nada comparado con esto: cuando tenía 7 años se me perdió saliendo del subte en Primera Junta (lo recuerdo como su fuese ayer) un prendedorcito ochentoso en forma de osito (sí, de esos que se abrochan con las manitas...). Recuerdo patente la sensación terrrriiiiíble de buscar por el piso minutos y minutos con desesperación mientras mi tía buena intentaba convercerme de que no me preocupara, que me compraba otro... Nunca tuve otro igual y siempre recordé esa anécdota como algo traumático (sí, ya sé, estoy completamente loca). El año pasado mi amiga Lala viajó a Australia y me trajo de regalo un koala como esos ositos. Está en este mismo momento en mi escritorio sosteniendo el cable usb de mi máquina y ayudándome a recordar por qué soy borderline psychotic.
Ah, y ahora dicen que este blog es una vergüenza y digno de una nena de 13 años. ¡Mi propuesta enunciativa es un hit! ¡No podría estar más orgullosa!

3 comentarios:

Imaga dijo...

Yo tambien tenia un osito de esos!
y de hecho, fue el primer regalo entre hermanas, con motivo de los cumpleaños.
Hasta ese osito, solo recibiamos regalos de los padres.

: )

Cinzcéu dijo...

Gracias por la cita y la referencia. Su propuesta enunciativa es un hit, sin dudamente: sólo está a 1000 accesos y 100 comentarios por entrada de La Alta Fama. Por lo demás, comprendo su situación. Ah, una cosa más: a los 13 (thirTEEN) ya no hay "nenas" sino señoritas muy muy jóvenes.

Isa dijo...

Imagazool: ¡Me alegra haberte traído un lindo recuerdo!

Cinzcéu: ¡Es una neeeeeeeenaaaaaaaaaaaaa! Jajaja...