Notable descubrimiento: ¡Soy mi peor enemigo!

En este preciso momento debería estar en un elegante brindis de fin de año en una importante institución. Había logrado convencerme de que hacer rostro en tan magno evento era una importante estrategia de visibilidad para mis contactos laborales del próximo año. En lo que va del día pasé de repasar mentalmente el outfit adecuado a autoconvencerme de que en el fondo no era tan importante. Ahora vuelvo a dudar de mi decisión. ¿Me preparo a las apuradas y llego (tarde) o me resigno a mi resignación y miento una excusa? Ah, el eterno dilema...

1 comentario:

Imaga dijo...

Las fiestas institucionales siempre son un coñazo, salvo cuando hay canilla libre.

Al final fuiste?