La máquina de la felicidad

En el mismísimo centro de la ciudad, en el mismísimo centro de una manzana rodeada de avenidas, comercios, oficinas y bocinas de autos, se esconde un jardín de sol y de sombra, de enredaderas y fuentes, de árboles de copas tupidas de hojas y de trinos. Un lugar secreto digno de pausas descriptivas así de cursis y edulcoradas. Me encanta esconderme en ese oasis de ciudad, a la vez selva y desierto. Me divierte perder el tiempo en la metáfora viva, el pulmón de manzana que respira todo el viento. Hace treinta grados pero tomo té, mientras tomo toda la frescura de la sombra de la tarde, mientras los árboles y mi libro hamacan sus hojas con la misma cadencia. Leo a Bataille (no podía dejar de jactarme), pero también un librito menor, las fábulas de una fábula que, ya lo imagino, le leeré alguna vez a mis nietos. Es un momento tan redondo y perfecto, tan completo, que me da un poco de vértigo. Como si estuviera parada en el umbral de un abismo: un instante, la posibilidad de la felicidad. Me asombra con qué facilidad puedo inventar un momento así, tan pleno y fugaz. Me asusta con qué facilidad olvido que puedo volver a conjurar el instante en un pliegue de papel, en el perfume a vainilla, en el disco que elijo caprichosamente como banda sonora del trabajo de la tranquilidad. Todos los años me robo de la casa de mi abuela alguno de los libros amarillentos en los que está encondida mi infancia. Este año fue una copia ajada de Bradbury. De patio de lavanda y menta, de viejos rosales y camelias en flor, de sabor a miel y anís (y a tomates maduros, ¿por qué no?) está hecho mi propio vino del estío. Espero recordar esta borrachera, cada tanto, cuando me aburra un poco de la pedantería afectada y del cinismo.

3 comentarios:

Imaga dijo...

Deliciosa descripción.

Isa dijo...

Gracias, ImagaZool. La descripción es bastante mediocre, pero ¡el lugar lo vale!

Anónimo dijo...

si,es bastante mediocre y llena de lugares comunes....pero seguí practicando:quizás termines escribiendo en Para Tí y todo..