Verano, Otoño, Primavera

Hombre pensativo

El hombre está pensativo, y en su frente
juega una sombra trémula de viento
y danzan los delirios que la fuente
le brinda en su pausado movimiento.

El hombre permanece conmovido.
Sin ansia y sin recuerdo. Se ha quedado
con la asistencia fiel de sus sentidos
pendiente de un destino inesperado.

Porque el agua es un libro transparente
que a veces melancólico ilumina
algún sangrante trozo de poniente
o un desbande casual de golondrinas.

El hombre lo comprende y se demora
en el fluvial silencio de la fuente.
Sin advertir el ritmo de las horas.
Sin ver danzar las sombras en su frente.


Una hoja en el viento de mi propio Otoño imperdonable. Como las dos hojas secas guardadas en esa página ajada del libro, en el otoño de 1994. Las dos hojas rescatadas de la última poda de los árboles que hizo antes de decidir que su tiempo por acá había terminado. Dos hojas secas del último otoño de mi abuelo.

Un libro con dos hojas secas. Una edición amarillenta, con un dibujo en la portada de una chica de ojos grandes que llora en una hoja seca, de Otoño imperdonable. Y no me gustan los poemas. Pero me gusta ese libro objeto, signo, ícono, índice, símbolo. Ese libro que hice mío cuando guardé adentro dos hojas secas como dos lágrimas.

Hoy revolví la biblioteca vieja para llevar libros a ese mueble flamante que pusieron en el living, lleno de fotos y adornitos y floreros made in china y que sin libros parecía vacío. Y revolviendo apareció. Y por primera vez sentí que ese libro era mío. Y el recuerdo era mío. Y me lo traje a mi casa. Y eso quiero contar. El primer día del primer año que me sentí propietaria. Dueña de mí y de lo mío. Dueña de mi recuerdo y de este regalo que no entiende del tiempo y de la ausencia.

Este va a ser un buen año. Sí, sí, sí.
Brindo por eso.

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