Ludopatía fatta in casa

La nación titula hoy: "Cada vez son más las mujeres adictas al juego". Lo leo y no puedo evitar pensar: "Nona, te descubrieron... (Hacé las valijas que si se entera Tía Buena te manda con Rosita la verdulera a la Triple Frontera)." Así con rima y todo, como expresión de una angustia épica y lírica.

Aportemos como información de background que mi abuela, inmigrante italiana analfabeta (gracias al progresismo de su señor padre contadino montañés), desarrolló una habilidad sorprendente para incorporar conceptos matemáticos (en particular los números arábigos cardinales hasta las tres cifras). ¿Por qué? Para dar rienda suelta al hobbie que ha mantenido semioculto por los últimos 50 años: la quiniela clandestina. Sisisi, la adorable anciana de blancos cabellos no sólo es adicta al juego sino que contribuye al sostenimiento y reproducción de mafias barriales de poca monta dedicadas a levantar quiniela.

El orígen de este comportamiento debe rastrearse en la firme oposición de su familia a este tipo de prácticas, rechazadas por poco racionales, adictivas y terroristas de la economía familiar. La Nona, entonces, aguza su ingenio para abandonarse al vicio sin ser descubierta utilizando distintos trucos y estrategias.

El acceso al dinero no es una limitación estructural ya que siempre ha tenido su propio ingreso. Eso evita que deba, como otros adictos, dedicarse al hurto para procurarse divisas. Debe, sin embargo, rendir algún tipo de cuenta debido a que varias veces al mes sus ingresos se licúan si razón aparente. Para ello ha desarrollado el siniestro plan de ir realizando compras impulsivo- compulsivas de productos alimenticios. Como nadie le exige la presentación de tickets, o calcula los valores invertidos en el almacén, sus despilfarros quinielísticos quedan ocultos en el atiborramiento de la alacena. Esta conducta estratégica tiene una consecuencia táctica. Como su juego es doblemente clandestino nunca deben quedar pruebas del delito. Y por eso esconde los papelitos de estraza con su jugada adentro del pañuelito anudado que lleva en el bolsillo. (Esto da lugar a momentos ultra bizarros en los que pide colaboración solapada para encontrar un objeto perdido que no existe...)

Otra cabal estrategia implica el desarrollo de un cuidadoso plan de distribución geográfica de las apuestas en múltiples boliches de mala muerte. De este modo consigue un doble beneficio: no puede ser detectada ingresando en agencias de apuestas y, simultáneamente, evita que sus propios proveedores calculen la dimensión de sus jugadas. Para ésto tiene montada una red con aceitados mecanismos de comunicación. En primer lugar no hay agenciero, quinielero o adicto vecino que no conozca a "Doña Angelita". Entre todos le ofrecen combos de apuestas, tráfico de pálpitos y financiamiento en épocas de escasez. Ésto incluye la más amplia variedad de rubros (kioscos, locutorios, almacenes, agencias, remiserías y siguen las firmas) pero desde hace un tiempo, se sabe, la central de operaciones se encuentra en la verdulería de la ya mentada Rosita. Allí se realiza la desconcertante compra de astronómicas cantidades de fruta y verdura y se la visita a diario (cuestión bastante inexplicable para una casa con dos residentes fijos, uno de los cuales de la verdulería sólo consume papas...).


Falta mencionar la utilización de distintos medios de comunicación. En primer lugar, claro, el teléfono. La red de contactos se efectúa telefónicamente cuando se intercambian los pálpitos y los sueños (ella no aporta gran cosa dada la abrumadora preeminencia en su inconciente de "il morto chi parla"). Su agenda, un ingenioso dispositivo pergeñado por Tía Buena que reúne fotos con números de teléfono (recordemos la ya mencionada ausencia de lectoescritura alfabética) rebosa de amigas y vecinas identificadas con no menos ingeniosas imágenes de revista: flores para Rosa, tomates para la verdulera, un simpático conejito para "la de la pollería". Allí desarrollan la estrategia de juego: qué números jugar, a qué lotería, si cuenta o no la nocturna de Montevideo... (Por no mencionar otras reglas del juego como "seguir" un número o jugarle al cumpleaños, que implica apostar en todas las loterías en todas las jugadas de cada día durante casi una semana a los años que cumple, los que deja, la fecha de cumpleaños y "la clase". Digamos, completamente al azar pero con método...). A éste uso principal se agregan los medios de comunicación masiva: radio y televisión (con las que sigue La Danza de la Fortuna y reconoce a Riverito como a un amigo de toda la vida, pero siempre a escondidas, aunque su oído no es el de antes y, detrás de la puerta cerrada, escuchemos patente el "oooooocho") e incluso prensa gráfica (donde ha localizado el sector de apuestas, recuerda el orden de las loterías y lo pispea de incógnito cuando cree que no va a ser sorprendida).

Finalmente, sólo resta mencionar la cuidadosa trama de mentiras que nos enrostra descaradamente cuando sus malos humores de mala perdedora son inocultables. Todas y cada una de las veces nos responde airadamente: "¿Nena, vo' sabé' cuanto hace que no juego?".

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