Astronomía emocional

En general, a lo largo de los años, el casting de los afectos se va modificando con desplazamientos más o menos sutiles, más o menos frecuentes, cual galaxias en el espacio. Se descubren nuevos planetas, asteroides y satélites, algunas estrellas crecen hasta convertirse en supernovas y finalmente explotan, dejando a su paso un agujero negro.

A veces, tras errar por el universo durante algunos años luz, agunas relaciones vuelven a acercarse a la propia órbita y se retoma el contacto. Otras, quedan perdidas en algún recóndito lugar del cosmos y lentamente nos olvidamos de ellas. Pero la forma más trágica de evolución de estos vínculos ocurre cuando alguna de las partes, no se sabe muy bien por qué (o se sabe demasiado bien; no importa) modifica de manera drástica su curso natural, por así decirlo, cambia su sentido de rotación o su atmósfera varía dramáticamente originando una extraña fuerza centífuga que invierte la gravedad y la aleja del sistema solar al que antes pertenecía. Y ahí, "Houston, tenemos un problema".

Es el momento en que ambas partes no pueden dejar de advertir que las cosas han cambiado y ponen en marcha distintas estrategias para tratar de revertir un alejamiento inexorable. En general todos los intentos fallan; y fallan sobre todo por la negativa a reconocer que cambiaron drásticamente las condiciones. Lo más frecuente es que alguno de los lados envíe misiones de exploración en busca de vida extraterrestre, que muy probablemente fracasen por el altísimo costo y la extrema dificultad del viaje pero además porque cuando llegan en general encuentran que la nueva atmósfera es irrespirable.


Este proceso es altamente frecuente en los casos de amistades "clásicas", categoría que implica que coexisten al menos dos grupos, nacidos con algún tipo de defasaje temporal, que atraviesan necesariamente diferentes estados e intensidades del vínculo. En general el grupo más antiguo se encuentra en una meseta de su evolución (cuando no en franco deterioro) mientras que el otro goza del ímpetu y la fascinación que despiertan las relaciones recientes: una luna de miel.

Mientras los astrónomos contemplan embelezados el nuevo planeta (que seguro es bellísimo, tiene tres lunas siempre llenas y una atmósfera perfecta para la vida), las amistades "clásicas" flotan a la deriva en el espacio cual mugroso asteroide de pacotilla, pronto a ser, como Plutón, condenado al ostracismo.

Triste destino el de las amistades "clásicas"... Suelen sobrevivir en forma de lejanas constelaciones que sólo son visibles en noches iluminadas por la claridad de la nostalgia, sin saber si eso que llega no es el melancólico destello de una estrella que murió hace millones de años.



*Perdón por el toque desagradablemente cursi, pero esto va dedicado a mi particular universo de amistades, las flamantes y las históricas; a las amigas "clásicas" y a la difícil pelea para dejar de serlo y a mi "ex-amiga" por la maravillosa sensación de haberla hecho explotar en el espacio cual asteroide de Armaggedom.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca es triste la verdad...
Buahhhh!

Isa dijo...

¡Lo que no tiene es remedio!