Mi mamá me mima

Para mantener el equilibrio bipolar, tras la serie de post depresivos sale uno pseudo humorístico. Ante todo, vale aclarar que el horno no está para bollos, de hecho aún no me recupero del descubrimiento del Falso Marco, porque la verdad, la teoría del Marco se resquebraja hasta volverse prácticamente insostenible... ¿Y si no hubiera Marco? (Nótese mi habilidad para convertir esto en un problema "ontológico". De hecho, nótese mi habilidad para utilizar pronombres enclíticos seguidos de la palabra "ontológico".)

Debo aclarar que el estrés post traumático tuvo que ver con la clásica velada dominguera en la que mi sacrosanta abuela le comenta a un anciano familiar que acudió de visita, señalándome: "Me parece que ésta es otra como XXX" (aludiendo a una prima largamente treintañera sin candidato a la vista).

El desvelo por mi arraigada soltería se extiendo incluso a familiares del otro lado del océano, que nunca olvidan preguntar por la "tragedia" en cada llamado de larga distancia. Todas creen, además, que la solución es un nuevo viaje al viejo mundo donde por supuesto me lloverán los candidatos, como niña de buena familia que se precie. (Debo asumir que la excelente interpretación del rol de "niña de buena familia" se me fue de las manos en el último viaje. Soy la "Meryl Streep" de la campiña calabresa a la llanura bonaerense...)

Todo esto mientras llegaba a la conclusión de que en lugar de dejarme ganar por la depresión debería ponerme a dieta, ir al gimnasio cuatro veces por semana, cortarme el pelo, recibirme, conseguir un trabajo maravilloso, ganar muchísimo dinero y aprovechar la cumbre de éxito para tirarme de cabeza...

Cuando aprovecho para criticar el venenito de mi abuela, Madre se burla comentando que utilizo el argumento de los 85 pirulos de la nona cuando me conviene; olvidando que su comentario no nace de la senilidad sino de su sempiterna condición de "bicha". (Madre no lo entiende porque, como me he cansado de explicar, a fuerza de porrazos de la vida ha elegido vivir en el "tierra de las maripositas", donde nadie es malvado y todos te arruinan la vida con las mejores intenciones...)

Sin embargo, en uno de esos gestos agridulces que la redimen, me acaba de llamar en un clásico telefónico de "función fática" para pasarme un dato que escuchó en la radio que se vincula con un trabajo que era sí, interesante, sí, redituable, sí, ofrecido por un sujeto más que "moralmente aceptable", pero que por supuesto nunca llegó a materializarse... (Eso por no mencionar que en un visita entre semana me regaló las chatitas más hermosas que ha visto esta ciudad infecta en mucho tiempo).

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