Breve comedia en cinco actos

Lunes: En plena Nochebuena mi abuela decide arremeter una vez más con su clásica tortura por la ausencia de un candidato, con un tono de reproche que hace pensar que cree que se trata de una cuestión "intencional" de mi parte. Hasta aquí, lo esperable. La sorpresa llegó cuando en medio del reproche dejó de mirarme a mí para aludir por primera vez a mi primita (pequeña beldad de jóvenes 21, casi 22 años) diciendo: "¡Pero, ninguna de las dos! ¿Están esperando que yo me muera para presentar un novio!".

Martes: Diversos sucesos vinculados con los clásicos pelotazos navideños (y no navideños también) hacen que mi viejo y yo estemos al límite de las pocas pulgas. El comprobar que un dvd pirata comprado en el parque Rivadavia no funca me hace entrar en una explosión de furia desmedida (creo haber sugerido llevarle al vendedor el dvd para que se haga un enema, augurando resultados que en su sintagma incluían la palabra "recto"); mi explosión hace detonar una de similar estilo pero de proporciones atómicas en mi padre (que es igual a mí pero 30 años más viejo). Ambas explosiones no hacen más que retroalimentarse durante dos horas en las que yo lloriqueo y mi viejo grita incongruencias y se pasea ininterrumpidamente de una punta de la casa a la otra mientras mi madre y mi hermano van proponiendo una sucesión de temas jocosos y banales que por la notable habilidad de mi padre cuando monta en cólera de jamás abandonar su caballo favorito, no hacen más que enardecerlo más y más. A cierta altura, a mi me gana el ataque de risa por lo absurdo de la situación y a partir de ahí la tormenta comienza a disiparse lentamente. (El corolario: cada llamado de mi padre desde entonces (y han sido varios) me recuerda el quilombo sugiriendo que necesito aprender a controlar MIS explosiones. ¿Cuándo aprenderá las consecuencias de haber engendrado un par de exámenes de adn caminantes?).

Miércoles: Aún en plena crisis por los sucesos del martes (y por la semanita de angustia tesinística) tengo una entrevista con mi posible terapeuta. Hablo durante una hora como una poseída a velocidades siderales, aún para mis estándares. La pobre señora decide que necesita una segunda entrevista para sacar algo en limpio. Hace 24 hs. que mi amiga D. no puede parar las carcajadas que le provoca la duplicación de mi instancia de entrevista.

Jueves: En busca de anillado para la tesina (porque dice el mito urbano de pasillo de sociales que el anillado sube un punto (!) mis imprenteros de siempre me fallan y salgo corriendo a la deriva en busca de otro lugar. La casualidad me hace llegar a un centro de impresión y diseño (?) atendido por un cuarteto de hermanitos, todos ellos bellos (podríamos exceptuar a uno que estaba con su pequeña hija, no por menos bello sino por padre, pero el balance sigue siendo óptimo). Volveremos, volveremos. No conforme con este descubrimiento, cuando estoy saliendo a las corridas para entregar la famosa tesis el encargado de mi edificio me da en mano un sobre a mi nombre que contenía una genial tarjeta "metanavideña" de mi amiga D. que se burla de mi fascinación con "medios, soportes y dispositivos" y que inaugura una nueva tradición de rescate de la escritura de puño y letra. Le resto un punto porque hace años trato infructosamente de que recuerde que en mi apellido la segunda consonante es doble. Pero una tarjeta con motivos navideños y augurios de "Salud, Felicidad y Verdadera Amistad" lo vale.

Viernes: Todavía no empezó y ya me cansé de sólo pensar las 127 cosas que tengo que hacer "ahora que estoy libre porque entregué la tesis". Entre ellas, está volver a ver a la señora psicóloga que no pudo con la atención flotante el miércoles, pero también ir al correo para elegir que mis aportes jubilatorios me los robe el estado (como corresponde) y no una afjp, cobrar una guita que daba por perdida de una experiencia "docente" por demás sui generis, comprar una serie de regalos atrasados sumamente importantes, cambiar una serie de regalos atrasados sumamente importantes, conseguir un flete para trasladar de Palermo a Caballito un banco donado para mi mesa de comedor, ir a pagar una deuda acumulada desde hace meses y, last but not least, tomar una serie de decisiones "estéticas" áltamente necesarias y operativas que ya no pueden posponerse. Todo eso mientras elucubro las necesarias celebraciones de Festivus que me permitirán recuperarme de la tristeza probervial con la que arrancaré el año, dadas las particulares dotes de mi familia de inocular depresión a voluntad en estas fechas.

No hay comentarios: