Estuve a *esto* de emprenderla con uno de mis clásicos post depresivos y deprimentes pseudo poéticos pero ya no es necesario. Acabo de decirle telefónicamente a Madre que me siento una fracasada; no creo que sea posible superar eso. ¡Para levantar el ánimo nada como comentarle a una madre que su retoño cree que su vida no tiene sentido!
¿Qué hago acá, entonces? Vengo a deprimirme con poder de síntesis. Sólo vengo a apuntar que este debe haber sido tranquilamente uno de los peores años de mi vida y que la última semana encabeza indiscutidamente el top five de momentos de mierda que me haré extirpar cuando alguien tenga el buen tino de inventar la maquinola de "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos" (Porque es una vil mentira que hay recuerdos que vale la pena conservar).
Con un poco de suerte de acá a algunos meses (no hoy, claro; quien mal anda, mal acaba) obtendré un título que no me servirá para nada. Después de un largo y doloroso proceso que tampoco sirvió de mucho. Salvo para agrandar una herida narcisística y para demostrarme que si me equivocara sólo un poco más podría tranquilamente poner en riesgo la vida de la especie humana. Que perdí escandalosamente el tiempo en "efectos de sentido" mientras la vida, claro, está siempre en otra parte.
Espero que el 2008 venga con nuevos aires, porque los que se lleva este año ya son irrespirables. Con un poco de suerte, levando de una vez el ancla de 200 kilos que alguna vez pensé que era un estímulo, pueda decidirme finalmente a buscar algo nuevo, algo distinto, algo mejor para mí.
Pero no quiero olvidarme de agradecer toda la ayuda, el apoyo, la compañía, la preocupación, la contención, el ánimo, la fuerza, la palabra de aliento, de todos los que de una u otra forma estuvieron conmigo. A todos y cada uno, con sus consejos, mensajes, muestras de cariños varias, ¡gracias! (Es lo único vale la pena rescatar y recordar de esta semana endemoniada).
Sólo voy a gregar dos cosas:
a) ¡La cucaracha tenía razón!
b) Qué dificil es escribir un post genuinamente depresivo cuando los vecinos escuchan Mika a todo volumen, ¡dios de dios!
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